Acostado en el sillón con la cabeza perdida en pensamientos absurdos, corría por mi cuerpo el fuego de la depresión, de la impotencia, del encierro psicológico, trataba de huir, me sentía intensamente activo dentro de la calma que me ofrecía el sillón, trataba de apagar el fuego en mi pecho, en mis pulmones, en mi garganta, me decía a mí mismo que era una ilusión, que era una creación de mi mente, menguaba el fuego, cesaba el dolor, despertaba del dominio de miles de años de estímulos, de una mente condicionada, al rato comenzaba a dormirme de nuevo, las emociones vencían, el fuego volvía, el dolor era más intenso, nuevamente sucumbía ante las ilusiones creadas por mi mente, era simplemente, otra introspección perdida.